ACOMPAÑAR LA MUERTE
Cómo será la vida en Cuba sin Fidel, ahora que el MITO ROJO cruza las fauces de la muerte. Es un 26 de noviembre extraño con banderas a media asta agridulces. Todo el planeta reacciona ante la noticia con sentimientos contradictorios. Mientras unos celebran desde el exilio la libertad de la muerte esperada y otros lloran al revolucionario que luchó por la otra libertad distinta contra los imperialismos, mi corazón permanece en la incertidumbre. Nadie escapa a la muerte, "omnia morts aequat", al poder igualador que posee la muerte. Ayer mi querida Paqui Ascanio me llamaba desde Sevilla para compartir su dolor por la pérdida de su amado José, fiel compañero y esposo, el querer más incondicional de su vida después de 37 años entregada al deterioro perpetuo de una enfermedad fulminante. En la más extricta soledad las lágrimas corren por la piel de esa hermosa mujer recordando los últimos besos de amor entregados. Qué más da quién sea, José o Fidel. La muerte espera, nunca desespera. Y nos envuelve con una calma infinita mientras soñamos que somos invencibles, perpetuos. La muerte se acerca lentamente con su misterio más insondable. El mortal final nos recuerda lo solos, lo solas que estamos ante ese umbral oscuro lleno de tabúes, esa puerta tan cargada de silencios. La labor de quienes conocen la importancia del acompañamiento al morir, los que entregan su tiempo para estar cerca cuando nos vamos, es impagable. Acompañar nace en la isla de Lanzarote, bajo el nombre anómino de Sergio García Tejera, un corazón noble. Así como otras culturas conviven naturalmente con la muerte, ese Bardo Thodol que equilibra todo lo que nace para morir o muere para nacer, se nos hacen imprescindibles seres de espíritu puro que nos enseñen a amar el aliento que nos queda antes del final. Personas que hacen de su tiempo de vida el tiempo de los otros, de las otras. Gente que confía en la bondad del último suspiro de los que parten, gente así como Sergio que, del mismo modo, se entrega por completo para llenar los espacios de la soledad que nos dejan nuestros muertos. Entremos, pues, sin miedo, como Teseo en el laberinto. Hagamos nuestra propia caravana de la libertad. Hasta la Victoria Siempre.